Nos levantamos a las siete de la mañana. Keylong se despertó muy silencioso, y no fue hasta después del desayuno que empezamos a notar cierto movimiento de gente en el pueblo.

Una hora más tarde ya salíamos con el 4×4 en dirección a Leh, si bien aquella próxima noche la pasaríamos en el camino, en plena montaña, durmiendo en una tienda en alguno de los lugares habilitados al efecto.

El último asentamiento permanente de gente es el pueblo de Darcha. No hay otro hasta Rumtse, en Ladakh.

En Darcha tuvimos que parar en otro control policial, donde nos pidieron los pasaportes.

A partir de allí el camino comenzó a subir hasta llegar al puerto de Baralacha, situado a 4.950 metros de altitud.

Durante el camino paramos a comer algo en un dhaba. El dhaba en cuestión era una tienda habilitada para atender a viajeros con comida sencilla y básica, pero más que suficiente en aquel lugar. Unos tés con limón y unos noodles calientes fue el menú elegido. Las condiciones eran bastante precarias, ya que eran instalaciones provisionales, pues, cuando comienza a llegar el otoño, las bajas temperaturas y las inclemencias climatológicas no permiten que esa carretera sea transitable.

El paso por el puerto de Baralacha fue rápido, sin detenerse mucho tiempo. Rodeados de paisajes increíbles, paramos para hacer algunas fotos, y, de paso, con la calma y el silencio de aquel lugar, poder escuchar y sentir el viento en aquella cota de casi 5.000 metros de altitud.

Aquel era un lugar de paisaje montañoso, muy pelado, con nieves perpetuas que recuerdan que sólo se puede hacer esta ruta pocos meses al año.

Llegamos a Sarchu a media tarde. Sarchu, que también es conocido como Sir Bhum Chun, está situado a 4.250 metros de altitud, justo en la frontera entre los estados de Himachal Pradesh y Jammu Cachemira.

Este es un punto donde hay alojamiento en tiendas de campaña, y suele ser el lugar de parada en el recorrido entre Manali y Leh.

El alojamiento en una de las tiendas de aquel campamento resultó muy cómodo.

Durante un buen rato estuvo lloviendo con fuerza, con tormenta eléctrica, pero cuando paró pudimos salir a dar una vuelta y subir hasta lo alto de una colina para disfrutar de mejor vista.

Para cenar comimos arroz, lentejas, vegetales y chapati. Nos esperaba una noche fría, muy fría. Dormimos vestidos, muy abrigados, deseando que se hiciera de día…

El paisaje de alta montaña, el aire impoluto, la tranquilidad del lugar, la lentitud con que pasa el tiempo mientras se camina sin prisas por los alrededores de ese lugar… todo ello ofrecía una sensación de libertad y unos momentos inolvidables que nunca podrá experimentar quien quiera ahorrarse la ruta terrestre para llegar, en unas pocas y cómodas horas de vuelo, hasta la capital del Ladakh.