De Tash Rabat a Kasgar, tercera y última jornada en la ruta de Biskek hacia Kasgar, cruzando el paso de Torugart (Kirguistán).

La noche había sido húmeda y fría, pero aquellos paisajes de montaña desnudos y silenciosos, alejados de la civilización, reconfortaban el espíritu. El vaso de té con leche bien caliente que nos llevaron a la yurta también ayudó a reconfortar el cuerpo a esas horas de la madrugada.

Una pequeña estufa oxidada que había en la entrada de la yurta, que se alimentaba de heces de vaca, no había hecho su servicio aquella noche.

El día había despertado nublado, húmedo, y con una lluvia intermitente… un tiempo que no dejaba ver la lejanía.

No tardamos más de media hora para plegar las mantas y alfombras que nos habían hecho de cama, poner la mesa y desayunar.

Dejamos la yurta e iniciamos lo que tenía que ser el último día de trayecto hasta llegar a Kasgar, cruzando el paso de Torugart.

La lluvia nos fue acompañando durante el camino. La carretera no estaba en mejores condiciones que el tiempo. Sasha, el conductor de nuestro vehículo, llevaba prisa desde el momento en que nos levantamos, pues la frontera kirguís sólo podía cruzarse entre las doce y la una del mediodía.

Las primeras horas por aquellos caminos de tierra, bajo aquella lluvia insistente, se hicieron un poco largos, pero los paisajes que se dejaban ver cuando la niebla esparcía, ofrecían el aliciente que todo viajero busca por aquellas alejadas tierras.

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De Kochkor a Tash Rabat, segunda jornada en la ruta hacia Kasgar, cruzando el paso de Torugart (Kirguistán).

En aquella casa de Kochkor pasamos una buena noche. Nos levantamos a las siete y media. Para desayunar nuestra anfitriona nos había preparado crepes (блини), mermelada de tres tipos (fresa, ablipija y mora), pan, una bandeja con cacahuetes, orejones, pasas y té.

Nos despedimos agradecidos por el buen trato que habíamos recibido en aquella casa kirguís.

Durante las horas de ruta íbamos hablando con Sasha, nuestro conductor. Él era ruso. Sus padres habían nacido en Bielorrusia. Nos explicaba que en Kirguistán se vivía bien, según él mejor que en Uzbekistán. Supongo que todo es cuestión de gustos, y de la experiencia personal de cada uno.

Durante el camino íbamos parando donde nos apetecía, sin prisas, pero sin dormirnos. El camino era bastante malo. Ibamos encontrando bastantes camiones que llevaban chatarra hacia China, y en sentido contrario camiones cargados de productos manufacturados.

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Alhamdulillah

Cuando se viaja por países musulmanes hay una expresión árabe que se suele oir bastante. Es una expresión corta, sencilla, armoniosa para oídos foráneos, que se pronuncia en una única palabra, a pesar de incluir un artículo (Al, que es el artículo definido el), un primer nombre (Hamdu, que significa un sentimiento de gratitud), una preposición (Li, preposición que significa «por» o «que pertenece a») y un segundo nombre (I Lah, resultado de la contracción del artículo «al» y el nombre «ilah», que hace referencia a Allah): «Alhamdulillah». Y quiero añadir que es una expresión bonita, agradable, tanto en el sentido fonético como en su significado de fondo.

Alhamdulillah es una expresión árabe que se utiliza de forma natural, incluso inconsciente en muchas ocasiones, y es una forma de alabanza o agradecimiento a Dios, que significa «gloria a Dios (Allah)», «las alabanzas son para Allah»,»gracias a Dios», y en la práctica incluso se utiliza con el significado de «suerte».

La expresión «alhamdulillah» se utiliza en infinidad de situaciones, para dar las gracias a Dios (Allah) por todas las cosas buenas que nos ha dado, y la religión musulmana recomienda utilizarla de forma habitual, desde el momento en que uno se despierta hasta que se acuesta: cuando se ha terminado de comer, de beber, al estornudar, cuando se recibe un regalo, cuando se recibe una buena noticia…; pero también cuando hay algún percance, o alguna penuria, pues podría haber sido peor.

Un hadit explica que la mejor invocación dirigida a Allah es decir «alhamdulillah».

La primera sura del Corán empieza diciendo «alhamdulillahi Rabil’ alamin», es decir: «alabado sea Allah, Señor del Universo».

Esta sura es repetida por los musulmanes en cada una de las cinco oraciones diarias, y esto es una prueba más de la importancia para los musulmanes de repetir «alhamdulillah» a lo largo del día.

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El tasbih o masbaha: el rosario musulmán.

Cuando se viaja por países musulmanes, sobre todo árabes, es frecuente ver hombres que llevan la masbaha en las manos.

El tasbih o masbaha (tespih o tesbih en turco) es similar a un rosario, se le llama muchas veces rosario musulmán, y lo utilizan para rezar el dikr o invocación repetida de los nombres de Alá (Allah).

La masbaha se compone de una serie de treinta y tres o noventa y nueve cuentas o granos, dispuestos de forma similar a un collar, y acabado en una borla o adorno, o con tres o cuatro cuentas más alargadas. Los granos de la masbaha pueden ser de diferentes materiales, más o menos preciosos, si bien los más comunes y extendidos para uso diario suelen ser de plástico, de madera, o de algún otro tipo de material poco noble.

El número de granos está relacionado con los noventa y nueve nombres o atributos de Dios (Alá).

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De Biskek a Kochkor, primera jornada en la ruta hacia Kasgar, cruzando el paso de Torugart (Kirguistán).

Eran las nueve y media de la mañana cuando acabábamos de dejar todo el transporte contratado. Era una hora prudente, no nos había hecho falta madrugar, ya esas horas de un día del mes de agosto, en Biskek (o Bishkek) no se apreciaba mucho movimiento.

Aprovechamos para ir a cambiar moneda, pues los próximos días no podríamos; si bien sólo la justa, pues nuestro destino era China, y nuestros gastos de los próximos días, una noche en un pequeño pueblo y la otra noche en una yurta en medio de la montaña, serían muy reducidos. Con pocos soms tendríamos suficiente.

A las once y media nos pasó a buscar por el hotel el conductor, Sasha, con una furgoneta que sería nuestro transporte los próximos tres días.

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El mar de Aral, una aproximación a un gran desastre medioambiental.

En otro post expliqué el viaje hasta Moynaq (Uzbekistán), pero creo que es interesante hacer una breve explicación sobre el gran desastre que ha sufrido ese lugar.

La visita a la que había sido la cuarta reserva de agua del planeta, el mar de Aral, se convierte en una visita a un desierto, dejando una sensación difícil de describir. El viaje hasta Moynaq (Uzbekistán) es difícil de olvidar, pues las imágenes de los barcos tirados en medio de lo que antes había sido el fondo marino no desaparecen del pensamiento.

La historia de la muerte de este mar (que de hecho es un lago), es una historia más de la actuación irracional humana, una de esas historias que no te creerías si no fuera por la evidencia de la realidad. Sigue leyendo

Moynaq (Uzbekistán), el recuerdo de un tiempo pasado.

Llegamos a Nukus a las cuatro de la tarde. Nos alojamos en el hotel Nukus, un hotel impersonal, sencillo, pero aceptable.

Nukus es la capital de la república uzbeka de Karakalpakstan, y nuestra intención era ir al norte, hasta Moynaq.

Dedicamos esa tarde a localizar algún transporte que nos llevara hasta Moynaq el día siguiente, y a comprar algunas provisiones para el viaje.

En el bazar encontramos de todo, y aprovechamos para cenar en un restaurante al lado del mercado.

Pusimos el despertador a las seis y cuarto de la mañana. El día siguiente había que madrugar para poner rumbo hacia el norte, hacia Moynaq. El conductor de la furgoneta que habíamos contratado fue puntual.

Moynaq está a unos 220 km. de Nukus. El paisaje es desértico.

Por el camino el taxista paró para comprar gasolina a unos chicos a pie de carretera, gasolina que llevaron en pequeños bidones y botellas. Sigue leyendo

Llegada a Kirguistán desde Kazajistán. Preparativos para cruzar el paso de Torugart.

Kirguistán (Кыргызстан en kirguís, y Киргизия en ruso) es un país muy montañoso situado en Asia Central. El país no tiene salida al mar y su ubicación lo hace especialmente interesante al limitar con la República Popular China por el este, con Kazajistán por el norte, con Tayikistán por el sur y con Uzbekistán por el oeste.

Llegamos a su capital Biskek, o Bishkek, (Бишкек en kirguís y en ruso), con un autobús procedente de Almaty. El trayecto duró unas seis horas, con salida a las 4:35 de la noche. Vimos la salida del sol en la estepa, durante el trayecto, y después de pasar los controles aduaneros, sin ningún tipo de problema, entramos en Kirguistán y dejamos el Tenge Kazajo para adoptar el Som kirguís.

El viaje no fue muy cómodo, la carretera estaba en muy mal estado. Una vez llegamos a Bishkek lo primero que hicimos fue buscar un hotel donde alojarnos. Escogimos el hotel Salima, un hotel muy básico de estilo soviético.

El primer contacto con el país fue su capital, y coincidimos con un evento político, pues ese día, el domingo 14 de agosto de 2005, tomaba posesión de su cargo el nuevo presidente del país Kurmanbek Bakiyev. Sigue leyendo