Hacía unas pocas horas que habíamos llegado a Kashgar. Nos habíamos alojado en un pequeño hotel de la parte antigua de la ciudad.
Después de dejar las cosas en la habitación del hotel, fuimos a un restaurante del centro de la vieja Kashgar. Era uno de esos restaurantes que no necesitan anunciar que están abiertos desde hace muchas décadas, pues al entrar en el local ya se respiraba esa antigüedad. Era como trasladarse a otra época.
