Después de estar unos días en Barhal decidimos ir a Yusufeli, y desde allí intentar conocer un poco los valles georgianos de Turquía.
Nuestro último desayuno en Barhal fue rematado con una espectacular mermelada de albaricoque. Con la barriga llena y las mochilas preparadas, nos situamos al lado de la carretera esperando que pasara un transporte para ir a Yusufeli.
Paró una furgoneta que nos tomó como pasajeros para hacer la ruta de veintisiete kilómetros que separan Barhal de Yusufeli, trayecto que duró una hora aproximadamente. La carretera sin asfaltar, después de pocos kilómetros se transformó en terreno asfaltado, pero ganó en curvas y no mejoró en anchura.
Ubicada en terreno montañoso, en la zona sur de las montañas Kaçkar, aquella carretera pasaba por medio de estrechos valles dibujados por ríos y arroyos, ofreciendo unas buenas panorámicas de todo aquel paisaje.
Pasamos de los 1.300 metros de altitud de Barhal, a los 560 metros de Yusufeli, disfrutando del paisaje y resistiendo las curvas de aquel itinerario irregular. Los peques se portaron como unos campeones, y con un gesto de generosidad Ona dejó un pequeño recuerdo de su desayuno a aquel chófer de conducción poco suave.
Yusufeli es un pueblo de unos seis mil habitantes, situado en un valle que forma el río Çoruh. En este punto el río Çoruh recibe a su afluente Barhal, el cual fuimos siguiendo desde el pequeño pueblo del mismo nombre (también llamado Altiparmak) hasta llegar a Yusufeli.
Después de elegir un hotel donde alojarnos los próximos días, durante nuestra estancia en Yusufeli, salimos a pasear por el centro del pueblo. No vimos turismo, lo que seguramente debió ayudar en el hecho de que conseguimos un buen descuento en el precio de la habitación del hotel.
En la plaza del centro de Yusufeli hay un pequeño parque para jugar los peques, lo cual agradecieron enseguida Ferran y Ona, y se convirtió en un punto de referencia durante toda nuestra estancia en aquel pueblo.
Durante aquellas fechas se dio la casualidad de que coincidimos con el Ramadán, y nos costó mucho encontrar un restaurante abierto donde poder comer algo. Había que esperar a que se pusiera el sol para que abrieran los restaurantes.
El hecho de estar en un pueblo durante el Ramadán ayuda a hacerse una idea más clara de la cultura musulmana en estos lugares.
Cuando ya se había puesto el sol abrían los pocos restaurantes que había en el pueblo, pero cuando el almuecín llamaba a la oración de la tarde, las calles del pueblo quedaban desiertas, todas las tiendas vacías, parecía que fuera un pueblo fantasma, sin nadie por ninguna parte. Finalizada la oración comenzaba a aparecer de nuevo la gente, y se reanudaba la vida del pueblo.
El pueblo de Yusufeli es un buen lugar para instalarse y usarlo de base para conocer los valles georgianos.
La vida en este pueblo es muy tranquila, y en él se encuentran los servicios suficientes que no tienen los pequeños pueblos que hay en sus alrededores.
De todas maneras hay ciertas carencias que pueden frustrar las expectativas de algún viajero, como el hecho de que ni en Yusufeli ni en sus alrededores no hay ningún servicio de alquiler de vehículos.
Si se quieren hacer los desplazamientos en vehículo propio, hay que preverlo con antelación, y alquilarlo antes de llegar a esta zona, la ciudad más cercana donde se puede alquilar un vehículo es Erzurum (a unas tres horas en bus aproximadamente).
Yusufeli está bien comunicada con Erzurum, al sur, y con Artvin, al norte. La frontera georgiana queda a unas pocas horas.
Nosotros nos quedamos allí unos días, y paseamos un poco por toda esta región, disfrutando de unos lugares muy recomendables, totalmente rurales, alejados de la masificación que puede encontrarse en lugares más turísticos. Visitamos algunas iglesias georgianas, monumentos indescriptibles, situados en parajes aislados, sin encontrarnos a nadie, pudiendo disfrutar del lugar y de su soledad. Entre otros lugares, a mí particularmente me sorprendió mucho Dörtkilise, una iglesia georgiana del siglo X, con su monasterio, un lugar que tal vez por su ubicación apartada de centros urbanos, aislado en medio de la montaña, abandonado, medio caído en parte, tiene un aire enigmático y sorprendente que le confiere una belleza especial. Pero ya hablaré de él más concretamente en otro post.
Yusufeli forma parte de una zona que está afectada por la construcción de una presa que formará el tercer pantano más grande del mundo, y el más alto de Turquía. Su finalización está prevista para el mes de mayo de 2018. Este pantano de Yusufeli, proyectado sobre la cuenca del río Çoruh, tendrá una altura de 270 metros. El gran impacto ecológico que esta construcción tendrá sobre este lugar de gran valor natural, hace que tenga muchos detractores, pero las obras continúan sin detenerse.
Si el proyecto no se detiene, en un futuro no muy lejano ya no existirá buena parte de todo lo que he explicado en este post.
Pero mientras tanto, a pesar del avance de las obras, a pesar de la incertidumbre del futuro de mucha gente de este lugar, la vida en este pueblo continúa al ritmo relajado del propio lugar en que está situado, dejando transcurrir el tiempo y acogiendo muy bien al viajero que decide detenerse en sus hospitalarias tierras. Y es que en estos lugares, el viajero siempre encontrará a alguien dispuesto a solucionarle cualquier obstáculo, duda o necesidad que pueda surgir durante su estancia.