Divrigi, conocida en la antigüedad como Tefricia, no es hoy en día una población que tenga un gran renombre, a pesar de acoger unos monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y a pesar de haber sido en su época la capital de los sectarios Paulicianos.
Cuando el tren nos dejó en Divrigi ya era tarde. La estación estaba alejada del pueblo, y sólo había un taxi. Nosotros éramos los únicos extranjeros que habíamos bajado del tren. Los otros pasajeros iban subiendo a los vehículos de los familiares o amigos que los estaban esperando.
Unos pocos turcos y nosotros quedamos esperando que algún vehículo nos pudiera llevar hacia el pueblo, pues el único taxi existente ya estaba reservado por alguien. Al cabo de unos quince minutos ya estábamos dentro de un taxi en dirección al hotel que habíamos reservado desde Erzurum.
El hotel estaba alejado del centro del pueblo, pero era nuevo, limpio, y con habitaciones grandes.
Tan pronto como pudimos dejar las mochilas salimos para ir a cenar, pero en el hotel nos dijeron que sería difícil encontrar algún restaurante abierto a esas horas. Nos extrañó, pues si bien era de noche, apenas eran las ocho de la tarde.
A falta de otro transporte, tomamos un taxi para ir hasta el centro del pueblo, pues aquella era una zona residencial bastante apartada. Al llegar al centro comprobamos que, efectivamente, todos los restaurantes del pueblo estaban cerrados.
Así pues, decidimos entrar en una tienda de comestibles que estaba a punto de cerrar, y compramos lo necesario para hacernos la cena en la habitación del hotel.
A la mañana siguiente empezaríamos la visita de aquel lugar, que prometía ser muy interesante.
Divrigi es un pueblo de unos 15.000 habitantes, situado en la Anatolia Central, pero muy cerca de la vertiente oriental. No hay muy buenas comunicaciones para llegar hasta allí, pues, si exceptuamos el tren, para ir hacia el Este hay que retroceder primero unos cien kilómetros hacia el Oeste.
Encima de una colina, no muy lejos del centro del pueblo, la Gran Mezquita (Ulu Cami) y el Hospital (Darüssifa), ofrecen unas buenas vistas de la zona. Estos dos monumentos fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Son precisamente estos dos monumentos, que datan del siglo XIII, la razón principal para ir hasta este pueblo.
Las inscripciones, junto con las formas geométricas y florales de las puertas del conjunto arquitectónico, son impresionantes, y su principal fuente de interés. La Gran Mezquita tiene dos puertas, estando mucho más trabajada y decorada la de la parte norte, que sería por tanto, en su día, la puerta principal. El Hospital (Darüssifa) sólo tiene una puerta, y en su interior hay un estanque de agua, de forma octogonal y con un surtidor en espiral, que servía para que el ruido del agua se escuchara por toda la sala con la finalidad terapéutica de relajar a los pacientes.
Más allá de la Gran Mezquita y del Hospital se puede ver una antigua fortificación, a la que se puede llegar siguiendo un camino poco pendiente.
Sorprende que este pueblo, con estos monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad, tenga tan pocos hoteles y servicios, y que no se vea mucho turismo. A excepción de cierto turismo interior, no vimos ni un solo extranjero durante los dos días que estuvimos en Divrigi.
Mientras visitábamos los dos monumentos, conocimos una familia vecina del pueblo, y nos invitaron a cenar a su casa.
La amabilidad que se encuentra viajando por Turquía, y el interés que ofrecen tanto sus paisajes como sus monumentos, en este caso se unieron con la hospitalidad que nos ofrecieron y que nosotros aceptamos de buen grado. Fue así como esa noche cenamos en un hogar turco. Nuestros anfitriones nos recibieron aquella noche con grandes atenciones, y nos obsequiaron con una cena con diferentes platos de cocina turca.
Al ser un poco complicada la comunicación, usamos la conexión wifi que el hijo mayor tenía en su habitación, para utilizar el traductor de google: una maravilla. Los teléfonos móviles echaban humo de tanta traducción del turco al catalán o al español.
Pasamos unas horas muy agradables cenando y charlando con aquella familia, y con unos vecinos amigos que también se añadieron.
Visitar los monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad situados en esa población (la Gran Mezquita -Ulu cami- y el Hospital -Darüssifa-) fue muy interesante, pero tanto o más interesante fue aquella velada en el hogar de aquella familia turca, una de esas experiencias que no se pueden prever, sino que se encuentran durante un viaje siempre que se esté abierto a las mismas, y siempre que la suerte se cruce en el camino para facilitar el encuentro.
Hay que decir que para hacer esta amistad también influyeron los dos peques, que jugando en la explanada que hay delante del conjunto arquitectónico se convertían en centro de atención, teniendo en cuenta que los turcos son muy cariñosos con los más pequeños.
Turquía recibe mucho turismo, pero las grandes rutas turísticas no pasan por Divrigi. Si unimos a esto su situación geográfica y sus escasas comunicaciones, todo ello permite disfrutar de un lugar declarado Patrimonio de la Humanidad sin estar rodeado de multitudes, sino todo lo contrario, con una tranquilidad y relajamiento que a veces son difíciles de encontrar, y que en todo caso permite saborear mejor aquel lugar.