Ayer por la mañana salimos de Barcelona con el vuelo de la Swiss LX1953 que nos llevó hasta Zurich, y después de un transfer de 45 minutos a que ya nos tiene acostumbrados la Swiss en este tipo de trayecto, cogimos el vuelo LX188 con destino a Shanghai.
Lo que diferencia este viaje de anteriores salidas similares, es la importante cuestión que esta vez vamos acompañados de Ferran y de Ona, los pequeños de casa, con 4 (casi 5) y 2 años de edad, respectivamente.
Los peques se han portado muy bien todo el viaje, si no tenemos en cuenta alguna que otra rabieta de Ona, los motivos de las cuales ni tan siquiera recuerdo; la caída de Ferran desde un portaequipajes del aeropuerto que había transformado en su vehículo particular, motivado por haber «derrapado» en un determinado giro brusco; la negativa de Ferran a dormir durante todo el vuelo de doce horas, y después de haberlo conseguido (que se durmiera) el mal despertar debido a que sólo había podido dormir unas dos horas (el avión ya estaba aterrizando); el «dolor de estómago» que ha tenido Ferran a la llegada a Shanghai, con vomitadas posteriores en el aeropuerto y el taxi, esto si, al llegar al hotel estaba fresco como unas pascuas; los llantos desconsolados de Ona cuando quería a “mamá”, o cuando quería a “papá”, depende del momento… Todo lo anterior no son más que momentos puntuales, pues en general los dos peques han llevado fenomenal durante todo el viaje.
Llegados al aeropuerto de Shanghai, y tras pasar por el control de pasaportes, y de recoger las maletas, hemos cambiado moneda (7,50 yuanes por un euro, aproximadamente), hemos puesto en hora los relojes (6 horas de más respecto a casa; cuando en Cataluña son las 13 horas, en Shanghai son las 19 horas), y hemos ido en busca de un taxi que nos lleve al hotel.
El primer intento de engañarnos ha sido al ir a buscar un taxi, momento en el que un chino bien vestido y con una identificación del aeropuerto nos quería hacer cambiar de lugar para coger el taxi, para llevarnos donde tenía su vehículo, con la excusa de que los taxis de allí no eran seguros, sobre todo si viajábamos con niños. La primera impresión, que suele ser la buena, ha sido negativa, así que, con buenas maneras, nos lo hemos sacado de encima.
El trayecto en taxi, uno de esos tan inseguros según el personaje del aeropuerto, ha durado unos 30 minutos, y nos ha dejado ante el Grand Central Hotel de Shanghai sin ningún incidente. El precio de la carrera 192 yuanes.
El hotel es sensacional, uno de los mejores en que hemos estado. Tanto la habitación, como el servicio y las instalaciones son muy buenas; en cuanto a la comida, mañana cuando vayamos a desayunar ya veremos.
Después de descansar un rato hemos ido a dar una vuelta por el centro. El hecho de ir con un cochecito doble con Ferran y Ona hace que todo el mundo nos mire. Nos sentimos observados en todo momento. Mucha gente se para para decirnos algo y para hacer fotos a los peques. A Ferran no le gusta mucho.
Hemos paseado por Nanjing Lu, hasta llegar a la People Square. En esta plaza hemos entrado en un pequeño parque de atracciones y los peques han podido subir «a los caballitos». Cada uno tiene sus preferencias.
Al atardecer, Nanjing Lu está muy concurrida. En esas horas se hacen algunas actuaciones en la calle.
Sobre las 20,30 horas volvemos al hotel para descansar. A las 2:00 los dos peques se despiertan a la vez, y comienzan a jugar saltando en la cama. La noche será larga…