Taishan, una de las cinco montañas sagradas de China.

Los chinos del Sur dicen que tienen miles de montañas, ríos y genios, y los chinos de la provincia de Shandong responden diciendo que ellos tienen una montaña, un río, y un santo, dando a entender que ellos tienen los mejores: Taishan, el río amarillo, y Confucio.

Las cinco montañas sagradas de China son la montaña oriental Taishan (la de la Supremacía), la occidental Huashan (la del Esplendor), la meridional Hengshan (la del Equilibrio), la septentrional Heengshan (la de la Constancia) y la central Songshan (la de la Eminencia).

Taishan es la más venerada de las cinco montañas sagradas de China. Se encuentra a 1.545 metros sobre el nivel del mar. En la antigüedad, y a lo largo del tiempo, en la misma se han hecho ofrendas y rituales, y se ha ido construyendo edificios y monumentos. Sigue leyendo

Unos días de descanso en Yanzhou, provincia de Shandong.

Hemos estado una semana en Yanzhou. Para llegar cogimos un tren en Shanghai que nos llevó hasta Qufu, y en Qufu nuestra amiga Bianbian ya nos esperaba junto a su tío, el Sr. Wan, para llevarnos a Yanzhou.

Nos hemos alojado en el hotel Taoranju de Yanzhou. En este hotel, propiedad del Sr. Wan, nos han tratado muy bien, y no han permitido que pagáramos nada, a pesar de haber insistido.

Cada noche, sin pedirlo, nos encontrábamos diversa fruta en la habitación, y también una bandeja con tomates, pues ya sabían que a Ferran le encantan.

El mismo día que llegamos, unas dos horas más tarde, nos llevaron a una sala privada del hotel donde nos esperaban los padres de Bianbian y el Sr. Wan. Tras las oportunas presentaciones, cenamos todos juntos.

La cena fue abundante y variada. Antes de comenzar el Sr. Bian dijo unas palabras, tal como marca la tradición, y a continuación pudimos empezar a comer, y «a brindar». Una camarera se ocupaba de que los vasos siempre estuvieran llenos de cerveza, y de té.

Mientras Ona comía pescado, y le faltaban manos para coger las palomitas caramelizadas, la familia Bian nos agradecía haber tratado tan bien a su hija en Tarragona. Sigue leyendo

Una pequeña aproximación a las costumbres culinarias chinas.

No hay nada como el contacto con una familia china para aprender muchas cosas de las costumbres locales que sino pasan desapercibidas.

Hemos aprendido bastante de la gastronomía local, a la fuerza, pues no paran de invitarnos a comer y a cenar, bien en casa, bien en restaurantes.

Las comidas son abundantes y variadas: ensalada de vegetales típicos de la zona, huevos duros, gambas rebozadas acompañadas con palomitas con miel y trozos de plátano y de tomate (que Ona devora), unas hojas con salsa de vinagre y soja, nueces caramelizadas, arroz con verduras, pescado hecho al horno o en salsa (pocas veces lo hacen frito), carne de ternera, un especie de empanadas rellenas de verduras y fideos, raviolis rellenos de carne hechos al vapor, sopa dulce con clara de huevo, sopas diversas algunas de las cuales son muy picantes, pastel de calabaza, manzana frita con azúcar, pollo con uvas (que está buenísimo), rollitos rellenos de vegetales y tofu, unas empanadas redondas rellenas de carne, carne de ternera con huevo duro, carne de cordero, tofu, etc… La fruta consiste normalmente en sandía y melón. Todo muy bien presentado.

En cuanto a bebidas: té (el de jazmín está muy bueno), cerveza, vino, licor de cereales.

Cuando la ocasión es más formal, para despedir a las amistades que se van, o para demostrar la hospitalidad a los invitados, al final de todo traen un bol de fideos, que con su longitud representan la amistad. Os aseguro que comerse un bol de fideos después de una comida de campeonato tiene su mérito.

Es curioso ver como hacen los fideos, y aún más como los dejan a secar en la calle, colgados como si fueran unas cortinas.

En las ciudades no se puede ver, pero en los pueblos es fácil encontrarse con fideos colgados frente a algunas casas, al igual que es habitual ver los cereales extendidos en la carretera para que se sequen o esperando a ser desgranados.

El lugar donde se sienta cada uno en la mesa es muy importante, y se están un buen rato discutiendo sobre esta cuestión. Sólo lo deciden los hombres, las mujeres no pueden decir nada.

La parte de la mesa más alejada de la puerta es donde se sientan las personas más importantes (el anfitrión, los invitados más importantes, o las personas a las que se quiere dar más relevancia). A continuación la parte derecha e izquierda de la mesa es para los invitados, y el resto de comensales se sientan de espaldas a la puerta.

En estos almuerzos o cenas más formales no se puede empezar a comer hasta que el anfitrión dice unas palabras. Durante la comida van haciendo pequeños discursos, normalmente el anfitrión, pero también otros comensales, y dependiendo de los ánimos (y lo que se ha bebido) al final parece que es un «a ver quién la dice más gorda», en el buen sentido de la expresión, pues siempre es en homenaje al invitado (en nuestro caso), demostrándole su hospitalidad y amistad. Todo ello con un brindis tras otro.

En una de las cenas que hicimos en un restaurante, yo estaba situado entre los dos anfitriones, y para estar a la altura de la situación, con tantos brindis, tuve que ir bebiendo pequeños sorbos, y cuando se trataba de licor de cereales mojándome sólo los labios, pues es imposible seguirlos a ellos.

En uno de los restaurantes que fuimos, el dueño del mismo, conocido de la familia que nos invitaba, vino a hacernos una visita y llevó cerveza negra. Resulta que nadie puede entrar en un comedor sin llevar nada (en los restaurantes de cierto nivel todo son salas o comedores privados).

Es un placer sentarse a comer en una mesa china. La mayor parte de la mesa lo ocupa el círculo de cristal giratorio donde ponen la comida, quedando sólo el espacio mínimo necesario para que los comensales puedan tener sus respectivos platos, cuencos, vasos y palillos.

Los platos con la comida van ocupando todo el centro de la mesa, hasta que no queda espacio para nada más. Se puede acceder al plato que desees haciendo girar el círculo donde está colocada la comida.

Queda por decir que en una comida cotidiana sin formalismos, o en la mayoría de los miles de restaurantes chinos que hay por todas partes, no hay ni mesas con el centro giratorio, ni todos los formalismos que he explicado, pero esto no debe hacer perder de vista que la cultura china es muy tradicional en todo, y en la comida no es una excepción.

Qufu, el pueblo natal de Confucio.

Situada en la parte sur de la provincia de Shandong (China), la ciudad de Qufu es famosa por ser el lugar donde nació y murió Confucio (551-479 aC), fundador de la más importante escuela filosófica de China. Esta doctrina promulgaba una sociedad con grandes desigualdades entre las diferentes clases sociales, al tiempo que inculcaba que los hijos deben respetar a los padres, las mujeres a sus maridos, los plebeyos a los funcionarios, los funcionarios a los gobernantes, y así sucesivamente. Su esencia son la obediencia, el respeto, el desinterés por uno mismo, y el trabajo por el bien común.

Confucio vivió en la pobreza, y casi no dejó nada escrito, por lo que fueron sus seguidores quienes recogieron sus enseñanzas en los «Anales de Confucio». Los descendientes de Confucio, la familia Kong, sí gozaron de privilegios.

Los gobernantes Chinos adoptaron la ética confuciana para mantener el pueblo a raya, y se construyeron templos confucianos en muchas ciudades.

Qufu se convirtió en un lugar sagrado, y los descendientes de Confucio en sus guardianes. Sigue leyendo

En tren de Shanghai a Qufu.

Hoy hemos cogido un tren para ir de Shanghai en Qufu.

Hasta ahora nuestra experiencia en trenes chinos era en viajes anteriores con trenes de línea regular, en segunda o incluso tercera clase, pero esta vez hemos decidido probar un tren gautie que va a 300 km. por hora.

La estación de tren Shanghai Hongqiao está a unos 22 km. del centro de la ciudad. El trayecto hasta la estación ha sido una carrera de obstáculos, pues el taxista iba de un carril a otro sorteando los coches para llegar cuanto antes mejor.

Ferran ha sabido apreciar la habilidad del taxista, dejando un recuerdo notable de su desayuno dentro del vehículo. El taxista ni se ha inmutado.

Una vez en la gran estación de tren Shanghai Hongqiao nos damos cuenta de que estos tipos de trenes son puntuales, lo que nos obliga a hacer un cambio de billetes, pues hemos perdido nuestro tren. Sigue leyendo

Llegada a Shanghai. Un viaje diferente.

Ayer por la mañana salimos de Barcelona con el vuelo de la Swiss LX1953 que nos llevó hasta Zurich, y después de un transfer de 45 minutos a que ya nos tiene acostumbrados la Swiss en este tipo de trayecto, cogimos el vuelo LX188 con destino a Shanghai.

Lo que diferencia este viaje de anteriores salidas similares, es la importante cuestión que esta vez vamos acompañados de Ferran y de Ona, los pequeños de casa, con 4 (casi 5) y 2 años de edad, respectivamente.

Los peques se han portado muy bien todo el viaje, si no tenemos en cuenta alguna que otra rabieta de Ona, los motivos de las cuales ni tan siquiera recuerdo; la caída de Ferran desde un portaequipajes del aeropuerto que había transformado en su vehículo particular, motivado por haber «derrapado» en un determinado giro brusco; la negativa de Ferran a dormir durante todo el vuelo de doce horas, y después de haberlo conseguido (que se durmiera) el mal despertar debido a que sólo había podido dormir unas dos horas (el avión ya estaba aterrizando); el «dolor de estómago» que ha tenido Ferran a la llegada a Shanghai, con vomitadas posteriores en el aeropuerto y el taxi, esto si, al llegar al hotel estaba fresco como unas pascuas; los llantos desconsolados de Ona cuando quería a “mamá”, o cuando quería a “papá”, depende del momento… Todo lo anterior no son más que momentos puntuales, pues en general los dos peques han llevado fenomenal durante todo el viaje.

Llegados al aeropuerto de Shanghai, y tras pasar por el control de pasaportes, y de recoger las maletas, hemos cambiado moneda (7,50 yuanes por un euro, aproximadamente), hemos puesto en hora los relojes (6 horas de más respecto a casa; cuando en Cataluña son las 13 horas, en Shanghai son las 19 horas), y hemos ido en busca de un taxi que nos lleve al hotel.

El primer intento de engañarnos ha sido al ir a buscar un taxi, momento en el que un chino bien vestido y con una identificación del aeropuerto nos quería hacer cambiar de lugar para coger el taxi, para llevarnos donde tenía su vehículo, con la excusa de que los taxis de allí no eran seguros, sobre todo si viajábamos con niños. La primera impresión, que suele ser la buena, ha sido negativa, así que, con buenas maneras, nos lo hemos sacado de encima.

El trayecto en taxi, uno de esos tan inseguros según el personaje del aeropuerto, ha durado unos 30 minutos, y nos ha dejado ante el Grand Central Hotel de Shanghai sin ningún incidente. El precio de la carrera 192 yuanes.

El hotel es sensacional, uno de los mejores en que hemos estado. Tanto la habitación, como el servicio y las instalaciones son muy buenas; en cuanto a la comida, mañana cuando vayamos a desayunar ya veremos.

Después de descansar un rato hemos ido a dar una vuelta por el centro. El hecho de ir con un cochecito doble con Ferran y Ona hace que todo el mundo nos mire. Nos sentimos observados en todo momento. Mucha gente se para para decirnos algo y para hacer fotos a los peques. A Ferran no le gusta mucho.

Hemos paseado por Nanjing Lu, hasta llegar a la People Square. En esta plaza hemos entrado en un pequeño parque de atracciones y los peques han podido subir «a los caballitos». Cada uno tiene sus preferencias.

Al atardecer, Nanjing Lu está muy concurrida. En esas horas se hacen algunas actuaciones en la calle.

Sobre las 20,30 horas volvemos al hotel para descansar. A las 2:00 los dos peques se despiertan a la vez, y comienzan a jugar saltando en la cama. La noche será larga…