Un viaje en taxi por Estambul.

Cada curva era una prueba para aquella masbaha que colgaba del retrovisor de aquel viejo taxi que nos llevaba al centro de la ciudad.

Sus treinta y tres perlas bien dispuestas, pero ya gastadas por el transcurso del tiempo, y por el traqueteo constante a que estaban sometidas diariamente, tenían todavía un leve brillo que hacía que no pudieras apartar la mirada de su movimiento que seguía el ritmo del vehículo.

Parecía que el taxista fuera daltónico, pues no paraba en la mayoría de los semáforos rojos, sino que aflojaba un poco, pero se los pasaba sin ningún tipo de pudor.

El vehículo iba equipado con barras antivuelco, lo cual no ayudaba a dar sensación de seguridad, sino que más bien indicaba que podías esperar una arriesgada carrera, en el sentido más estricto de la expresión.

Cada vez que hacía una infracción, e hizo una detrás de otra, al menos desde nuestra óptica occidental, el taxista o bien seguía inexpresivo, o bien hacía un signo de aprobación, seguro de sí mismo, y orgulloso de su conducción y de su vehículo.

Mientras tanto nuestras manos sólo buscaban un lugar donde agarrarse para evitar ir de un lado a otro de aquel «taksi».

El trayecto hasta nuestro destino no fue muy largo, pero nuestra sonrisa inicial se transformó en inseguridad creciente, y por momentos aquel corto lapso de tiempo se hizo eterno.

A aquel primer viaje siguieron otros. Quizás fue debido a que la primera vez fue más impactante, o que aquel primer taxista estaba especialmente avezado a las carreras, pero lo cierto es que, por suerte, no volví a tener esa sensación, no al menos con tanta intensidad, al coger un taxi («taksi» en turco) en Estambul.

Ya hace años que la cosa ha cambiado, y actualmente coger uno de los abundantes taxis amarillos que recorren las calles de Estambul no representa una experiencia tal vital, si bien hay que tener en cuenta que no son muy prudentes en la conducción, y que han aumentado los taxistas que intentan engañar cobrando más de la cuenta. Lo mejor, como en todas partes, es que el taxista no detecte que no se conoce el recorrido, ya que sino puede tener la tentación de hacer un trayecto más largo de lo necesario.

Bajada por el Mekong desde Phnom Penh (Camboya) hasta el Delta del Mekong (Vietnam).

Nos levantamos temprano para desayunar y estar preparados a tiempo para coger un minibús que nos llevaría hasta la barca con la que deberíamos hacer la bajada por el Mekong hasta llegar a Vietnam, en Chau Doc (precio del viaje hasta Chau Doc: 7$).

El minibús nos recogió en el Capitol Guesthouse, en el centro de Phnom Penh.

El trayecto con el minibús duró unas dos horas. Nos dejó en el río Mekong, y allí cogimos una barca en dirección a Vietnam. Durante el trayecto se puede ver la vida que hay en el río Mekong. Sigue leyendo

De Siem Reap a Phnom Penh (Camboya). Una visita rápida por Phnom Penh: el horror del régimen de los jemeres rojos.

Ya hacía unos días que estábamos en Siem Reap (Camboya) y habíamos visitado muchos templos (Angkor Vat, Angkor Thom, el Bayon, Ta Prohm, Pre Rup, Banteay Srey, Ta Som, Preah Khan, etc.).

Nuestra intención era ir hacia el Sur de Vietnam, y por tanto la ruta elegida era bajar hasta la capital de Camboya, Phnom Penh, y desde allí coger un transporte que nos llevara hasta el Delta del Mekong.

Como la ruta Siem Reap – Phnom Penh ya la había hecho en barca bajando por el río Tonlé Sap, y la ruta Phnom Penh – Saigón (ciudad Ho Chi Minh) ya la había hecho por tierra, en bus, ahora decidimos hacerlo al revés, el trayecto hasta Phnom Penh hacerlo por tierra, en bus, y desde Phnom Penh bajar en barca por el Mekong hasta llegar a Vietnam.

Salimos de Siem Reap con un bus, a las siete de la mañana.

Cuando estuve en el año 2000, esta ruta no era segura, había bandoleros por los caminos, y por eso en aquella época decidí hacer el trayecto por el río en barca.

Ahora la ruta ya era segura. Durante el trayecto el bus hizo algunas paradas. En una de ellas había unas mujeres que vendían productos para comer, entre ellos arañas a 500 rieles la araña. Las arañas eran de grandes dimensiones, y para los camboyanos parece ser una comida suculenta.

Nosotros, sea porque no teníamos mucha hambre, o sea por el asco de ver esas enormes arañas, negras y peludas, no las probamos. Podéis llamarme alfeñique, finolis, o lo que queráis, pero quisiera veros ante aquella «comida» y contemplar vuestra primera expresión. Sigue leyendo

Huangshan, la montaña amarilla, uno de los paisajes más apreciados por los chinos.

Llegamos a la ciudad de Huangshan, también llamada Tunxi, que ya era de noche. Huangshan está situada al sur de la provincia de Anhui. Antes de ir al hotel que habíamos reservado por Internet dos días antes, intenté comprar los billetes de tren para ir al cabo de tres días hacia Suzhou (provincia de Jiangsu).

Encontré un chico que hablaba un poco el inglés, y le expliqué que era lo que quería saber: el destino del tren, la fecha, saber los horarios de trenes para esa fecha, precio … Resultó que para la fecha escogida los trenes ya estaban llenos, por lo que escogí un tren nocturno el día anterior al previsto, que salía de Huangshan (Tunxi) a las 20:45 horas y que tenía la hora de llegada a Suzhou a las 7:30 horas.

Compramos tres billetes, pues Ona no podía dormir sola en una litera. El precio de los tres billetes fue de 199 yuanes.

Después de tener los billetes cogimos un taxi que nos llevó al hotel Tiandu (Tiandu International Hotel). Eran casi las diez de la noche, y estábamos bastante cansados. Sigue leyendo

Xi Bei Dian, un pequeño pueblo de la provincia de Shandong.

Xi Bei Dian es un pequeño pueblo chino, situado en la provincia de Shandong, a unos 10 km. de Yanzhou, y con unos 2.000 habitantes.

Fuimos invitados por una familia, y nada más llegar al pueblo ya nos esperaban en casa de la familia Bian.

Todos los habitantes del pueblo llevan el apellido Bian, razón por la cual poca información se tiene si se busca a alguien sólo por el apellido.

Cuando llegamos, a media mañana, en la casa ya habían empezado a preparar la comida. Entre otras cosas estaban preparando la pasta para hacer raviolis. Sigue leyendo

Nankín (Nanjing), antigua capital del sur de China.

Nuestra estancia en Nankín ha sido motivada por la necesidad de tener una parada entre Yanzhou y la montaña amarilla, para evitar una viaje demasiado largo a los peques.

Escogimos Nankín por ser el mejor punto para hacer la parada en nuestro recorrido, y de paso aprovechar para visitar una ciudad con una larga historia. Si bien estaríamos allí poco más de un día, al menos algo podríamos ver de la ciudad.

Como antigua capital del sur de China, y por su antigüedad e historia, era el sitio ideal para aprovechar «una parada técnica», y conocer de primera mano algunos de los lugares más interesantes de la ciudad. Uno de obligado: la montaña púrpura (Zijin Shan).

Nankín (en pinyin Nanjing), con unos 6.500.000 de habitantes, según datos del 2007, es la capital de la provincia de Jiangsu, y fue capital de China en diversos momentos de la historia. Sigue leyendo

Taishan, una de las cinco montañas sagradas de China.

Los chinos del Sur dicen que tienen miles de montañas, ríos y genios, y los chinos de la provincia de Shandong responden diciendo que ellos tienen una montaña, un río, y un santo, dando a entender que ellos tienen los mejores: Taishan, el río amarillo, y Confucio.

Las cinco montañas sagradas de China son la montaña oriental Taishan (la de la Supremacía), la occidental Huashan (la del Esplendor), la meridional Hengshan (la del Equilibrio), la septentrional Heengshan (la de la Constancia) y la central Songshan (la de la Eminencia).

Taishan es la más venerada de las cinco montañas sagradas de China. Se encuentra a 1.545 metros sobre el nivel del mar. En la antigüedad, y a lo largo del tiempo, en la misma se han hecho ofrendas y rituales, y se ha ido construyendo edificios y monumentos. Sigue leyendo

Unos días de descanso en Yanzhou, provincia de Shandong.

Hemos estado una semana en Yanzhou. Para llegar cogimos un tren en Shanghai que nos llevó hasta Qufu, y en Qufu nuestra amiga Bianbian ya nos esperaba junto a su tío, el Sr. Wan, para llevarnos a Yanzhou.

Nos hemos alojado en el hotel Taoranju de Yanzhou. En este hotel, propiedad del Sr. Wan, nos han tratado muy bien, y no han permitido que pagáramos nada, a pesar de haber insistido.

Cada noche, sin pedirlo, nos encontrábamos diversa fruta en la habitación, y también una bandeja con tomates, pues ya sabían que a Ferran le encantan.

El mismo día que llegamos, unas dos horas más tarde, nos llevaron a una sala privada del hotel donde nos esperaban los padres de Bianbian y el Sr. Wan. Tras las oportunas presentaciones, cenamos todos juntos.

La cena fue abundante y variada. Antes de comenzar el Sr. Bian dijo unas palabras, tal como marca la tradición, y a continuación pudimos empezar a comer, y «a brindar». Una camarera se ocupaba de que los vasos siempre estuvieran llenos de cerveza, y de té.

Mientras Ona comía pescado, y le faltaban manos para coger las palomitas caramelizadas, la familia Bian nos agradecía haber tratado tan bien a su hija en Tarragona. Sigue leyendo

Una pequeña aproximación a las costumbres culinarias chinas.

No hay nada como el contacto con una familia china para aprender muchas cosas de las costumbres locales que sino pasan desapercibidas.

Hemos aprendido bastante de la gastronomía local, a la fuerza, pues no paran de invitarnos a comer y a cenar, bien en casa, bien en restaurantes.

Las comidas son abundantes y variadas: ensalada de vegetales típicos de la zona, huevos duros, gambas rebozadas acompañadas con palomitas con miel y trozos de plátano y de tomate (que Ona devora), unas hojas con salsa de vinagre y soja, nueces caramelizadas, arroz con verduras, pescado hecho al horno o en salsa (pocas veces lo hacen frito), carne de ternera, un especie de empanadas rellenas de verduras y fideos, raviolis rellenos de carne hechos al vapor, sopa dulce con clara de huevo, sopas diversas algunas de las cuales son muy picantes, pastel de calabaza, manzana frita con azúcar, pollo con uvas (que está buenísimo), rollitos rellenos de vegetales y tofu, unas empanadas redondas rellenas de carne, carne de ternera con huevo duro, carne de cordero, tofu, etc… La fruta consiste normalmente en sandía y melón. Todo muy bien presentado.

En cuanto a bebidas: té (el de jazmín está muy bueno), cerveza, vino, licor de cereales.

Cuando la ocasión es más formal, para despedir a las amistades que se van, o para demostrar la hospitalidad a los invitados, al final de todo traen un bol de fideos, que con su longitud representan la amistad. Os aseguro que comerse un bol de fideos después de una comida de campeonato tiene su mérito.

Es curioso ver como hacen los fideos, y aún más como los dejan a secar en la calle, colgados como si fueran unas cortinas.

En las ciudades no se puede ver, pero en los pueblos es fácil encontrarse con fideos colgados frente a algunas casas, al igual que es habitual ver los cereales extendidos en la carretera para que se sequen o esperando a ser desgranados.

El lugar donde se sienta cada uno en la mesa es muy importante, y se están un buen rato discutiendo sobre esta cuestión. Sólo lo deciden los hombres, las mujeres no pueden decir nada.

La parte de la mesa más alejada de la puerta es donde se sientan las personas más importantes (el anfitrión, los invitados más importantes, o las personas a las que se quiere dar más relevancia). A continuación la parte derecha e izquierda de la mesa es para los invitados, y el resto de comensales se sientan de espaldas a la puerta.

En estos almuerzos o cenas más formales no se puede empezar a comer hasta que el anfitrión dice unas palabras. Durante la comida van haciendo pequeños discursos, normalmente el anfitrión, pero también otros comensales, y dependiendo de los ánimos (y lo que se ha bebido) al final parece que es un «a ver quién la dice más gorda», en el buen sentido de la expresión, pues siempre es en homenaje al invitado (en nuestro caso), demostrándole su hospitalidad y amistad. Todo ello con un brindis tras otro.

En una de las cenas que hicimos en un restaurante, yo estaba situado entre los dos anfitriones, y para estar a la altura de la situación, con tantos brindis, tuve que ir bebiendo pequeños sorbos, y cuando se trataba de licor de cereales mojándome sólo los labios, pues es imposible seguirlos a ellos.

En uno de los restaurantes que fuimos, el dueño del mismo, conocido de la familia que nos invitaba, vino a hacernos una visita y llevó cerveza negra. Resulta que nadie puede entrar en un comedor sin llevar nada (en los restaurantes de cierto nivel todo son salas o comedores privados).

Es un placer sentarse a comer en una mesa china. La mayor parte de la mesa lo ocupa el círculo de cristal giratorio donde ponen la comida, quedando sólo el espacio mínimo necesario para que los comensales puedan tener sus respectivos platos, cuencos, vasos y palillos.

Los platos con la comida van ocupando todo el centro de la mesa, hasta que no queda espacio para nada más. Se puede acceder al plato que desees haciendo girar el círculo donde está colocada la comida.

Queda por decir que en una comida cotidiana sin formalismos, o en la mayoría de los miles de restaurantes chinos que hay por todas partes, no hay ni mesas con el centro giratorio, ni todos los formalismos que he explicado, pero esto no debe hacer perder de vista que la cultura china es muy tradicional en todo, y en la comida no es una excepción.

Qufu, el pueblo natal de Confucio.

Situada en la parte sur de la provincia de Shandong (China), la ciudad de Qufu es famosa por ser el lugar donde nació y murió Confucio (551-479 aC), fundador de la más importante escuela filosófica de China. Esta doctrina promulgaba una sociedad con grandes desigualdades entre las diferentes clases sociales, al tiempo que inculcaba que los hijos deben respetar a los padres, las mujeres a sus maridos, los plebeyos a los funcionarios, los funcionarios a los gobernantes, y así sucesivamente. Su esencia son la obediencia, el respeto, el desinterés por uno mismo, y el trabajo por el bien común.

Confucio vivió en la pobreza, y casi no dejó nada escrito, por lo que fueron sus seguidores quienes recogieron sus enseñanzas en los «Anales de Confucio». Los descendientes de Confucio, la familia Kong, sí gozaron de privilegios.

Los gobernantes Chinos adoptaron la ética confuciana para mantener el pueblo a raya, y se construyeron templos confucianos en muchas ciudades.

Qufu se convirtió en un lugar sagrado, y los descendientes de Confucio en sus guardianes. Sigue leyendo