De Tash Rabat a Kasgar, tercera y última jornada en la ruta de Biskek hacia Kasgar, cruzando el paso de Torugart (Kirguistán).

La noche había sido húmeda y fría, pero aquellos paisajes de montaña desnudos y silenciosos, alejados de la civilización, reconfortaban el espíritu. El vaso de té con leche bien caliente que nos llevaron a la yurta también ayudó a reconfortar el cuerpo a esas horas de la madrugada.

Una pequeña estufa oxidada que había en la entrada de la yurta, que se alimentaba de heces de vaca, no había hecho su servicio aquella noche.

El día había despertado nublado, húmedo, y con una lluvia intermitente… un tiempo que no dejaba ver la lejanía.

No tardamos más de media hora para plegar las mantas y alfombras que nos habían hecho de cama, poner la mesa y desayunar.

Dejamos la yurta e iniciamos lo que tenía que ser el último día de trayecto hasta llegar a Kasgar, cruzando el paso de Torugart.

La lluvia nos fue acompañando durante el camino. La carretera no estaba en mejores condiciones que el tiempo. Sasha, el conductor de nuestro vehículo, llevaba prisa desde el momento en que nos levantamos, pues la frontera kirguís sólo podía cruzarse entre las doce y la una del mediodía.

Las primeras horas por aquellos caminos de tierra, bajo aquella lluvia insistente, se hicieron un poco largos, pero los paisajes que se dejaban ver cuando la niebla esparcía, ofrecían el aliciente que todo viajero busca por aquellas alejadas tierras.

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Divrigi, un sorprendente pueblo de la Anatolia Central (Turquía).

Divrigi, conocida en la antigüedad como Tefricia, no es hoy en día una población que tenga un gran renombre, a pesar de acoger unos monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y a pesar de haber sido en su época la capital de los sectarios Paulicianos.

Cuando el tren nos dejó en Divrigi ya era tarde. La estación estaba alejada del pueblo, y sólo había un taxi. Nosotros éramos los únicos extranjeros que habíamos bajado del tren. Los otros pasajeros iban subiendo a los vehículos de los familiares o amigos que los estaban esperando. Sigue leyendo

Recuerdos de un viaje en tren por Vietnam.

Hace ya unos cuantos años, hice mi primer viaje a Vietnam. En aquel entonces aquel era un país muy poco turístico. Después de la «intervención» francesa y posteriormente americana en el país, éste quedó en cierto modo estigmatizado desde una visión occidental, como un país peligroso o poco amigo de las influencias occidentales, y, quizás por esta razón, por aquella época casi no había turismo en Vietnam. Lo cierto es que durante el mes que estuve viajando por todo el país, de sur a norte, fueron muy pocos los extranjeros que me encontré.

Después de pasar unos días en la antigua capital, Hue, disfrutando de la tranquilidad que ofrecía la ciudad y sus próximas playas, me dispuse a ir hacia Hanoi, su actual capital.

Hasta aquel momento no había viajado en tren por Vietnam, y pensé que sería la ocasión perfecta, pues podía realizar el viaje en tren nocturno, experimentando un nuevo medio de transporte en aquel maravilloso país.

Cuando subí al tren dejé la mochila y me alegré al ver que, al menos aquel vagón en que me encontraba, no iba lleno.

Al principio pude empezar a experimentar el calor que hacía en aquel vagón, pero más tarde, durante la noche, cuando empezó a hacer fresco, los pasajeros pudimos comprobar que no había suficientes mantas en el tren para todos. A decir verdad tampoco es que esperara que hubiera mantas o nada similar.

El tren avanzaba a una velocidad lenta, y así pude comprender ciertas historias a las que no había dado mucha credibilidad. Había leído que en los trenes de Vietnam había que ir con cuidado con los ladrones, razón por la cual debían de cerrarse las ventadas y puertas exteriores, pues debido a la poca velocidad de los trenes, los ladrones accedían al tren desde el exterior, y, después de realizar sus fechorías, volvían a salir de la misma manera que habían entrado. Sigue leyendo

Erzurum, la capital de la Anatolia Oriental (Turquía).

El bus de Yusufeli que nos tenía que llevar hasta Erzurum salía a las nueve de la mañana de la plaza central del pueblo.
El trayecto hasta Erzurum duró tres horas. Ona aprovechó para «marearse» dos veces, pero enseguida se recuperó.

La modernidad del autobús que hacía el transporte y del vestir de muchos pasajeros, contrastaba con las tradicionales vestimentas negras que cubrían algunas mujeres, igual de tradicionales, por otra parte, que el bigote que llevan la mayoría de los hombres turcos.

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Después de elegir un hotel, bastante céntrico, salimos a conocer la ciudad. Nos fue imposible encontrar algún restaurante abierto, pues era Ramadán, y aquel era el último día del mes. Los próximos tres días serían la fiesta del Eid al-Fitr, y casi todas las tiendas de Erzurum estarían cerradas, bancos incluidos.

Tuvimos suerte del hotel donde nos alojamos, pues nos ayudaron a cambiar moneda y a conseguir los billetes de tren para ir a Divrigi (nuestro siguiente destino), pues en la estación de tren tampoco encontramos a nadie que vendiera billetes, bueno, de hecho no encontramos a nadie. Nos dijeron que cuando llegara el tren sí que habría alguien, pero mientras tanto parecía que todo el mundo hacía fiesta.

La ciudad de Erzurum sorprende, pues lo que parece que ha de ser una gran ciudad impersonal, sin muchos atractivos, con 400.000 habitantes, la ciudad más grande de Anatolia Oriental, resulta ser una ciudad muy interesante.

Esta antigua ciudad armenia, denominada en aquella época Karin, pasó a formar parte del imperio romano en el año 387, recibiendo el nombre de Teodosiópolis el año 415. Durante la dominación árabe (período del 700 al 949) la llamaron Kali.

Debido a su situación de cruce de rutas entre Constantinopla (al oeste), Rusia (al norte) y Persia (al este), la ciudad, a lo largo de la historia, ha visto pasar ejércitos armenios, romanos, persas, bizantinos, árabes, turcos, selyúcidas, mongoles y rusos.

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La ruta de Manali a Leh (Ladakh), el norte de la India. Primer día: de Manali a Keylong.

Salimos de Manali a las seis de la mañana, en un 4×4. El conductor era un nepalí llamado Dorje. Nuestro destino era Leh, la capital de Ladakh, pero tardaríamos tres días en llegar.

Aquella carretera que une Manali con Leh sólo es transitable entre junio y octubre, aunque dependiendo del año estas fechas pueden variar un poco.

Aquel primer día teníamos previsto dormir en Keylong, el último pueblo antes de comenzar la ruta por zona de montaña donde sólo se puede dormir en tiendas, normalmente en algún pequeño campamento con las tiendas ya preparadas.

Aquella carretera que nos llevaría hasta Leh sale de Manali en dirección al norte, a lo largo del Valle del río Beas. Es una carretera que asciende lentamente por montañas de pinares hasta que llega a las montañas peladas y rocosas que conducen al paso de «Rohtang La» (3.978m), nombre que significa «montón de cadáveres», en referencia a los cientos de viajeros que han muerto congelados en este lugar a lo largo de los tiempos.

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Hermel, una población situada en el Valle de la Bekaa (Líbano): la hospitalidad libanesa.

Últimamente han ido apareciendo noticias en la prensa sobre atentados realizados en la ciudad de Hermel, una población libanesa situada en el norte del Valle de la Bekaa, muy cerca de la frontera con Siria.

El motivo de estos atentados, según las reivindicaciones hechas por sus autores (el llamado Frente Al-Nusra, una filial de la organización Al Qaeda que opera en Siria), es el hecho de que la región de Hermel es un feudo del grupo chiita libanés Hezbolá (o Hizbullah), y como represalia porque Hezbolá ayuda al régimen sirio de Bashar al-Asad.

La lectura de estas noticias referentes a los atentados en aquella población libanesa, me trae el recuerdo de los días en que estuve en aquella localidad, hace años, y de la hospitalidad que recibí por parte de sus habitantes.

Es cierto que si se viaja por el Valle de la Bekaa se puede apreciar claramente la total influencia de Hezbolá en aquella región, pero si bien para algunos países es un grupo u organización terrorista, para otros es un movimiento de resistencia legítimo contra ocupación israelí del Líbano, el cual incluso ha formado parte, como partido político reconocido que es en el Líbano, en el gobierno de ese país.

Dejando de lado toda la cuestión política, y entrando en el aspecto práctico de lo que un viajero puede encontrar en este lugar, mi recuerdo de esta región es el de una población que ofrece al viajero una hospitalidad con mayúsculas.

Llegamos a Hermel procedentes de Baalbeck. En aquellos tiempos no era un país muy turístico, no al menos por lo que se refiere al turismo occidental, y en el norte del país aún lo era menos.

Cuando llegamos a Hermel nos alojamos en un vivero de truchas que había en las afueras de la ciudad, donde alquilaban unas pocas habitaciones que tenían en el recinto. Fue el único lugar que encontramos para poder dormir, pues en toda la ciudad de Hermel no había ningún hotel.

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De Kochkor a Tash Rabat, segunda jornada en la ruta hacia Kasgar, cruzando el paso de Torugart (Kirguistán).

En aquella casa de Kochkor pasamos una buena noche. Nos levantamos a las siete y media. Para desayunar nuestra anfitriona nos había preparado crepes (блини), mermelada de tres tipos (fresa, ablipija y mora), pan, una bandeja con cacahuetes, orejones, pasas y té.

Nos despedimos agradecidos por el buen trato que habíamos recibido en aquella casa kirguís.

Durante las horas de ruta íbamos hablando con Sasha, nuestro conductor. Él era ruso. Sus padres habían nacido en Bielorrusia. Nos explicaba que en Kirguistán se vivía bien, según él mejor que en Uzbekistán. Supongo que todo es cuestión de gustos, y de la experiencia personal de cada uno.

Durante el camino íbamos parando donde nos apetecía, sin prisas, pero sin dormirnos. El camino era bastante malo. Ibamos encontrando bastantes camiones que llevaban chatarra hacia China, y en sentido contrario camiones cargados de productos manufacturados.

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Öskvank, una catedral impresionante situada en los valles georgianos de Turquía.

Como ya he explicado en otras entradas de este blog, recorrer los valles georgianos turcos es una agradable experiencia. Es una región poco conocida, poco visitada, y su situación no ayuda mucho, pues se encuentra en el extremo del noreste de Turquía, tocando con la frontera de Georgia y Armenia. No es un lugar de paso, y menos si tenemos en cuenta que la frontera entre Turquía y Armenia se encuentra cerrada desde el año 1993.

Öskvank (Turquia)

Desde Yusufeli visitamos diferentes lugares, y uno de ellos fue Öskvank.

Öskvank es una antigua catedral georgiana situada al sur de Yusufeli. Para llegar hasta allí hay que seguir la carretera principal en dirección a Erzurum, hasta que se encuentra un desvío a la derecha que conduce al pueblo de Çamliyamaç, tras recorrer unos ocho kilómetros de distancia desde la carretera principal.

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Dörtkilise, iglesia y monasterio georgianos situados en los valles georgianos de Turquía, cerca de Yusufeli.

Durante nuestra estancia en Yusufeli dedicamos buena parte del tiempo a conocer los valles georgianos, con sus paisajes, sus antiguas iglesias georgianas, muchas de ellas medio abandonadas, y su especial orografía montañosa, muchas veces con caminos sinuosos, empinados, sin asfaltar, que ayudan a darle un carácter más inhóspito aquellos parajes rurales.

Hay muchos lugares interesantes para visitar: Ishan Kilisesi (la iglesia de la Madre de Dios construida en el siglo VIII y ampliada en el siglo XI), Tortum Gölü y Tortum Selalesi (el lago Tortum y sus cascadas), Öskvank (con su catedral georgiana del siglo X que es la más impresionante de toda la región), Bagbasi, Haho en georgiano (iglesia monasterio georgiano de finales del siglo X), Oltu (con una ciudadela o Kalesi, que fue restaurada en el año 2002), Bana (con una iglesia armenia), Barhal (con una iglesia georgiana del siglo X), Yaylalar (pequeño pueblo con grandes paisajes de pastos de alta montaña), Dörtkilise (iglesia georgiana del siglo X y monasterio), etc.

A mí particularmente me sorprendió mucho Dörtkilise, una iglesia georgiana del siglo X, con su monasterio, un lugar que tal vez por su ubicación apartada de centros urbanos, aislado en medio de la montaña, abandonado, medio caído en parte, tiene un aire enigmático y sorprendente que le confiere una belleza especial.

Para llegar a Dörtkilise, expresión que significa «cuatro puertas», hay que ir primero a un pueblo llamado Tekkale, situado a siete kilómetros al suroeste de Yusufeli. Una vez allí hay que seguir un camino que bordea el río durante otros siete kilómetros aproximadamente.

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Yusufeli, un pueblo situado en el corazón de los valles georgianos de Turquía.

Después de estar unos días en Barhal decidimos ir a Yusufeli, y desde allí intentar conocer un poco los valles georgianos de Turquía.

Nuestro último desayuno en Barhal fue rematado con una espectacular mermelada de albaricoque. Con la barriga llena y las mochilas preparadas, nos situamos al lado de la carretera esperando que pasara un transporte para ir a Yusufeli.

Paró una furgoneta que nos tomó como pasajeros para hacer la ruta de veintisiete kilómetros que separan Barhal de Yusufeli, trayecto que duró una hora aproximadamente. La carretera sin asfaltar, después de pocos kilómetros se transformó en terreno asfaltado, pero ganó en curvas y no mejoró en anchura.

Ubicada en terreno montañoso, en la zona sur de las montañas Kaçkar, aquella carretera pasaba por medio de estrechos valles dibujados por ríos y arroyos, ofreciendo unas buenas panorámicas de todo aquel paisaje.

Pasamos de los 1.300 metros de altitud de Barhal, a los 560 metros de Yusufeli, disfrutando del paisaje y resistiendo las curvas de aquel itinerario irregular. Los peques se portaron como unos campeones, y con un gesto de generosidad Ona dejó un pequeño recuerdo de su desayuno a aquel chófer de conducción poco suave.

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